¿Se trata de un mensaje imposible? Porque, si es así, los cristianos deberíamos dejar de anunciarlo y celebrarlo cada navidad para no banalizar el sufrimiento de tantas víctimas.
Aunque, bien mirado, es un mensaje que ha llegado a nosotros por el anuncio de ángeles que contemplan el rostro de Dios. Y esto entraña una paradoja: puesto que no nos pertenece, puesto que no ha sido inventado por ningún ser humano, ni ninguna agencia de publicidad, ni ningún consorcio religioso, político o empresarial, no nos queda más remedio que proclamarlo por ser un imperativo moral (o trascendente, si se prefiere).
Al ser un mensaje positivo, solo nos es permitido acogerlo, meditarlo, agradecerlo, alabarlo. Quizá por ello, deberíamos obligarnos a declamarlo en voz alta, como una poesía, para que a través del oído acuda al corazón esta buena nueva que nos excede.
Y si no proclamáramos este mensaje cada Navidad, en el fondo estaríamos aceptando la imposibilidad real de la paz entre humanos y la verdad criminal de imponerse sobre el adversario para intentar reducir al mínimo el peligro de la venganza, la violencia, el terrorismo o la guerra.
En nuestra ayuda viene el pensador Martin Buber, que durante la mayor parte de su vida se esforzó por dar una oportunidad concreta y real a la paz, sin por ello luchar por que los judíos lograran una comunidad en Palestina. Pero dicha comunidad solo sería posible si se trabajaba denodadamente por el entendimiento con los árabes que vivían allí, buscando una «conciencia de solidaridad compartida por ambos pueblos». Sin esta solidaridad, resulta imposible «cumplir el mandamiento de servir al espíritu en este Estado» de Israel/Palestina. Buber está convencido de que únicamente cuando se dialoga en el plano espiritual, es cuando se logra desbloquear el camino «hacia el entendimiento con los pueblos árabes».
Hoy, como en aquel lejano abril de 1958, esta tarea parece estar condenada al fracaso dadas las circunstancias agravadas que persisten; sin embargo, «el mandamiento del espíritu sigue siendo allanar el camino para la cooperación entre ambos pueblos», profetiza el sabio pensador.
…Y en la tierra paz a los hombres amados por el Señor.
[Puente que decora la portada del libro de Martin Buber, Una tierra para dos pueblos. Escritos políticos sobre la cuestión judeo-árabe. Fotografía de portada de Bakhita, novela de Véronique Olmi sobre la superación constructiva del odio. Y abajo, imagen de Una historia de la nada… y la esperanza, de Jean dʼOrmesson.]